23 abril 2008

Fumándote



A tu lado enciendo uno trás otro. Prender la llama es tan fácil. Con un fósforo, el encendedor o la moribunda colilla de alguien, no hay pretexto posible para no hacerlo.

Siempre digo lo mismo, es el último, ya no fumaré más, pero cuando inhalo la primera pitada, lo hago decidida, fuerte. Entra. Con ganas. Boca desnuda, abierta. El humo corre por mi garganta. Manos quietas. Piel sin palabras.

Mis ojos acarician la línea naranja que marca cómo consumo mi tiempo junto a mi cigarrillo. Se apagan, siempre se apagan, abandonados, mientras yacen en el ataúd de mi cenicero.

Me gusta retenerlos entre mis dedos, amarlos a largas y espaciadas pitadas, recrearme con su misterio y dejarme arrastrar por mi vicio, sorprenderme con mis labios que lo atrapan y se cierran para poder consumirlo. Aspirar y llenarme de él. Se acumula el humo como los besos se agolpan atropellándose en nuestras bocas.

Fumar y hacerte el amor, encuentro tanta similitud, profundo y privado...en estos momentos solo deseo fumarte entero