17 octubre 2007

Fantasía aerea



En las últimas semanas había estado viajando demasiado, estaba cansada y podría decirse que de mal humor pero el solo pensar que ya volvía a casa hacía que dejara todo esto de lado por unos momentos.


Cuando estaba por abrir la puerta con cartera, portafolio y llaves en mano, suena mi celular, mi jefe, debía volver al aeropuerto, estaba con un cliente muy difícil tan difícil como importante era su cuenta y me esperaba en dos horas allá…creo que fue tan desubicado su llamado, tan fuera de lugar, tan inesperado que lo único que pude decir es que estaba en camino.


Me coloqué mis anteojos negros y en treinta minutos estuve de vuelta en lo que supongo era literalmente mi segundo hogar, el aeropuerto. Aún malhumorada y con ganas de solo tomar mi lugar, cerrar los ojos y dormir en las últimas dos horas me acomodo en mi asiento, por suerte ventanilla, nadie debería tener necesidad de interrumpirme y yo no pensaba entablar diálogo con nadie, solo deseaba dormir pensando que así mi mala suerte desaparecería.


1,2,3,4,5….dicen que hay que contar hasta diez o debería contar ovejas…no podía dormirme, mi furia no me dejaba conciliar el sueño y ahora que otra cosa podía hacer encerrada en un avión.


Catorce B, Catorce B escucho que dice alguien, noooooooooo es el asiento de al lado mío, vuelvo a cerrar mis ojos, los cubro nuevamente con mis anteojos, no quiero que nadie me vea, no existo.


No sé como ni cuando ni cuanto me había dormido, la voz de alguien preguntándome que deseaba tomar me despertó y automáticamente contesté sin ni siquiera pensarlo. Mi compañero de fila tan caballerosamente decide alcanzármelo, turbulencia, y el mal día continúa, la bebida encima mío.


Disculpa tras disculpa sentía como el refresco empapaba las fibras más íntimas de mi cuerpo, se ofrece acompañarme al fondo, al baño a intentar ayudarme a solucionar mi problema del cual él era responsable.


Camino por el pasillo dejando rastros míos a cada paso, llegamos al baño, entramos y cierra la puerta. Me quito el saco de mi traje dejando ver una mancha gigante tomo un pañuelo descartable, lo mojo y recién en ese momento me doy cuenta…estoy encerrada en el baño del avión y no estoy sola…levanto la vista y lo veo, un hombre de mediana edad, con los ojos más expresivos que haya visto jamás me estiraba su mano con otra toallita descartable mojada intentando hacer algo para calmar su sentimiento de culpa.


“Puedo sola gracias” fue la contestación más grosera que encontré a lo que él respondió “quiero ayudarte, ok” ya molesto también. El espacio en el que estábamos era reducido, ya para uno solo lo es, su perfume era penetrante y exquisito, y sus manos intentaban quitar la mancha evitando tocar alguna zona “sensible” o “vulnerable” de mi cuerpo.


Turbulencia nuevamente, oportuna o casual, él pierde el equilibrio y se recuesta tentadoramente sobre mi, su boca queda a una distancia peligrosa de la mía que sin saber como se juntan en un beso ansioso, sus labios de agua hacían que a cada beso tuviese más sed de él. Su cuerpo presionaba el mío, sentía su deseo crecer a cada paso y mi respiración, entrecortada, delataba mis ganas de más.


Con habilidad increíble desabrochó uno a uno los botones de mi camisa dejando al descubierto mis pechos y con sus dedos comenzó a pellizcar delicadamente mis pezones para luego besarlos, morderlos. Eso despertó en él y en mi un deseo irrefrenable, queríamos más, su mano ahora subía mi pollera y sus dedos ávidos se introducían en mi sexo totalmente húmedo. Arqueo mi espalda sacudida por un temblor que recorría todo mi cuerpo mientras él ahogaba un gemido mío cubriendo mi boca con la suya en un profundo beso.


“Señorita, señorita…” Disculpe no sabía que se había dormido. Desea tomar algo, me dijo la aeromoza mientras yo me despertaba de un profundo e increíble sueño.