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No te vi llegar, pero cuando ya estabas allí dejé la puerta abierta para que te instalaras en mi sin saber por cuanto tiempo sería, te dejé descubrir mi inconsciente y conocerme, adueñarte de mis silencios, compartir las peores pesadillas, hablar de todo, más de vos que de mí, de lo vivido y hasta lo olvidado.
Mediamos el tiempo con nuestro propio reloj de manecillas retenidas, complicidad que llenaba nuestros vacíos, de las cosas que fueron y de las que nunca serán, del descubrir a Sabina en Freire y el amor y el deseo en miradas cómplices de un aula.
Escondidos uno del otro por momentos, con un teléfono como único vínculo posible y algunos mensajes buscando alcanzarte y tocarte, hemos sobrevivido en lo que somos, pensando más yo en todo y en nada, mientras voy a donde los pies me llevan pero volviendo siempre al mismo lugar en que se confunden la realidad y los sueños.